David enfrenta un desafío formidable: hacer el color en el Estadio Azteca con su pasión, tomar el primer vuelo al día siguiente para cubrir a la Selección, regresar apresuradamente para conducir el programa en el Ajusco y, finalmente, lograr la hazaña de llegar a tiempo al festival de sus hijas. Su relato pone de manifiesto el difícil equilibrio entre ser un excelente padre y destacarse como uno de los mejores periodistas deportivos