Enrique tenía cáncer. Y su último deseo antes de morir… era tener una boda. No le importó que yo estuviera en el hospital, recuperándome de un accidente automovilístico. No le importó que fuera su novia legítima, la mujer que estuvo a su lado durante ocho años. Cuando desperté después de la cirugía, lo primero que vi fueron las fotos de su boda. Ariana, vestida de novia, abrazada al cuello de Enrique, sonriendo radiante. "Finalmente te casaste. Ha sido un plan a largo plazo, y mi deseo se ha cumplido." Leí esa frase una y otra vez, sintiendo una presión sofocante en el pecho. En internet, la gente aplaudía su historia de amor, con comentarios celebrando lo bien que se veían juntos. Todos esperaban mi reacción. La de su novia legítima. Así que fui directo a comentar. "Felicidades a ambos." Finalmente, ya no tenían que esconderse. Finalmente, podían estar juntos sin remordimientos. Tres días antes, mientras el mundo celebraba su boda, yo estaba inconsciente en un hospital. El accidente ocurrió cuando salí a comprarle su sopa saludable favorita. Irónico, ¿no?
Mi última muestra de amor por Enrique terminó dejándome fuera de su vida. Cuando desperté después de la cirugía, el teléfono sonó. Era Enrique. Pero no llamó para saber cómo estaba. —Luna, ¿qué quieres decir con ese comentario? ¿Por qué no viniste a la boda? El aire se me atascó en la garganta. —¿No te lo dije? —continuó con irritación—. Ariana está en la fase avanzada de cáncer. Su último deseo era casarse conmigo. No es real, ¿tienes que ser tan dramática? Cada palabra suya era como un puñal clavándose en mi pecho. —Eres tan quisquillosa con todo. Es realmente agotador. Tragué saliva con dificultad. —Enrique… tuve un accidente de auto. Estoy en el hospital. Mi voz era débil, apenas un susurro. Hubo silencio. Luego, una carcajada seca. —Luna, incluso puedes inventarte una excusa tan patética. Eres increíble. Las lágrimas nublaron mi visión. —Eres paranoica todo el tiempo. Si estás enferma, ¡ve a tratarte! Y antes de que pudiera responder, colgó. Me bloqueó.