Además del jazz Julio Cortázar tenía otra afición: escribirle cartas a sus amigos; hacerlo como una forma de conversación apasionada. Alejandra Pizarnik fue una de esas amigas entrañables. En esta carta, el autor de Rayuela intenta lo que parece una quimera: Convencer a la poeta de que esta vida merece ser vivida. Lee el poeta Fernando Noy.
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