El día en que se suponía que íbamos a obtener nuestro certificado de matrimonio, Ezequiel volvió a fallarme. Alegando estar ocupado con el trabajo, ni siquiera se presentó. Regresé a casa sintiéndome vacía, pero nada me preparó para lo que encontré al llegar. Sobre la mesa, un sobre esperaba por mí. Lo abrí con curiosidad, solo para que mi corazón se desplomara. Era un certificado de matrimonio. No el nuestro… sino el suyo y el de su asistente. La fecha impresa en él era hoy. Hoy… el día en que debía ser nuestro. Sonreí con frialdad, lo coloqué sobre el escritorio y, sin una sola lágrima, decidí terminar con él. Justo en ese instante, mi teléfono sonó. Al responder, la voz impaciente de Ezequiel me golpeó con la misma frialdad de siempre. Ema, ¿qué estás haciendo? ¿Cuántos años tienes y todavía te comportas así? Abrí la boca para responder, pero entonces escuché a alguien más en la línea. Una voz temblorosa, quebrada por los sollozos. Ezequiel… ¿la hermana Ema nos malinterpretó? Será mejor que vayas a casa rápido. Yo puedo manejar esto sola, no te preocupes por ella. Era Valeria. Su nueva esposa. Mi pecho se oprimió cuando él respondió con una suavidad que jamás me había dirigido.
Ella siempre es así… Es tan molesta. Ahora mismo, tú eres lo más importante. La llamada terminó. Y con ella, cualquier esperanza de redención. Respiré hondo y, sin vacilar, comencé a empacar mis cosas. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera de golpe. Ezequiel entró con Valeria a su lado, su mirada preocupada clavada en ella. Como si yo no estuviera allí, su voz resonó con una orden. Ema, ve y prepara una sopa dulce. Valeria se desmayó hace un rato por hipoglucemia.
Su tono era el mismo de siempre. Autoritario. Inquebrantable. Como si aún tuviera algún derecho sobre mí. No le respondí. No le dirigí ni una sola mirada. Solo seguí empacando. Ezequiel frunció el ceño, irritado por mi silencio. Finalmente, su atención se desvió hacia mí. Ema, ¿acaso no me entiendes? Cuando vio la maleta abierta sobre la cama, su rostro se endureció. Caminó hacia mí con pasos pesados y una sombra oscura en los ojos.