El burnout autista es una forma de colapso que supone un agotamiento extremo. Su principal causa es la negación de las características autistas a través del enmascaramiento.
Los constantes esfuerzos por encajar y las demandas de «normalidad» llevan a una conciencia extrema de las acciones que deben realizar para ser menos autista y parecer más neurotípico.
Esto lleva a una extenuación profunda donde la persona pierde la capacidad para realizar tareas que antes podía (es inexacto el término «regresión autista», no se regresiona, se pierde la capacidad de realizar actividades debido al burnout).
Si bien también hay similitudes con la depresión, la diferencia se encuentra en el contenido del pensamiento y la forma del ánimo, así como la posibilidad de recuperación. En la depresión priman los sentimientos de inutilidad, la negatividad generalizada del pensamiento y la ausencia de la capacidad de sentir placer. Si bien en el burnout puede darse pensamientos y ánimo negativo, este es de menor intensidad, primando la extenuación crónica.
El burnout puede ser superado con descanso, tiempo para focalizarse en los intereses y afirmación de la expresión autista (dejar de lado el imperativo de enmascarar). En la depresión se requerirá de un trabajo más complejo para superarla.