Doña Aparecida dedicó su vida a sus hijos, creyendo que, en la vejez, tendría su amor y su presencia. Pero la realidad fue cruel: olvidada en una casa silenciosa, esperaba visitas que nunca llegaban. Intentó acercarse a ellos, pero encontró puertas cerradas y excusas vacías. Hasta que el tiempo le arrebató la oportunidad de un último abrazo. Cuando sus hijos finalmente comprendieron el dolor de su ausencia, ya era demasiado tarde. Ahora solo quedan la culpa, el arrepentimiento y la amarga lección de que el tiempo no espera. Una historia conmovedora sobre el amor, la soledad y la importancia de valorar a quienes siempre estuvieron a nuestro lado.