La ley del gallinero puede darse en una granja, pero no es válida en el Reino. Cuando sintamos que somos la gallina ‘omega’, debemos recordar que no estamos solos. Al igual que David ante el tormento de Saúl, debemos permitir que sea Dios el fundamento sobre el cual nos ponemos de pie. Actuemos conforme a Su Palabra, sin rencores ni venganzas, sino con gracia y perdón. Si Dios puede confiar en que haremos lo correcto cuando nuestro Saúl está en el trono, también puede confiar en que lo haremos cuando seamos nosotros quienes ocupemos ese lugar.