Una de las ideas más extendidas sobre nuestra mente es que es como un iceberg: una pequeña parte consciente, y una gran parte sumergida, inconsciente, que aflora en ocasiones y que contiene nuestros deseos, sueños, preferencias y anhelos, temores y miedos, los componentes más ocultos de nuestra personalidad y, para muchos, el verdadero yo, que puede alcanzarse mediante distintas herramientas. Sea la interpretación de los sueños, la psicoterapia prolongada o montones de drogas.
Sin embargo, décadas de evidencia en psicología experimental apuntan a que no es así, a que la mente es plana, no hay profundidades ocultas ni complejos inconscientes. Nuestra mente es aquello que percibimos momento a momento, y revisaremos múltiples evidencias de la psicología de la percepción, la memoria, nuestras volubles preferencias y deseos, para entender que cuando tratamos de ahondar en las profundidades de nuestra mente es un trabajo fútil, no porque sea muy complejo, sino porque no hay nada que ahondar.