VP de José Ramón da Cruz con texto y voz de Pablo Cerezal
NOUVELLE VAGUE (Pablo Cerezal)
Como personajes de la nouvelle vague nos asomamos a un oleaje imperativo mientras Godard salta al vacío gritando que al final de la escapada no encontraremos nada. De ahí que sea obligación morder la vida, cada día. Habitarla para evadir el horror, en un continuo driblar eso que los circundantes llaman realidad. Lo que entre los dientes sangra, no escapa.
Truffaut ya advirtió que frente a la mar los dedos se hacen pupilas a las que nadie desearía atrapar. Allá los de la pesca de arrastre, perdidos en frondosidad de algas amputadas, pescaderías sin mañana y martirios de coral.
Antoine Doinel de nosotros mismos volteamos la mirada para encontrarnos con la verdadera mar, cámara o pupila en mano pretendiendo inquietar la arena y sabiendo que no va a claudicar en su ronroneo de trazos exactos.
Travelling. Fuga. Mordisco en el bíceps. Vuelo. Velo, Aleteo y tus Branquias diseccionando intervalos, florilegiando espumas como migas de certezas o migajas de ostia recién consagrada al perdón de los pecados que jamás cometimos.
Travelling. Fuga. Velo y también velcro allí donde se afila un bajo vientre para que otro, en sus profundidades de Nemo doliente, le regale túneles en que alumbrarán milagros los enanos de los cuentos, bien que no sean siete. Y siete cientos de ciempiés marinos adheridos a los músculos del cuello. También a los lumbares. Peso infinito en las dorsales que no nos marcaron con numeración alguna antes de lanzarnos a la mar por ver si la alcanzamos. Aun así, gana la tinta de tattoo tribal cuando la cabila de la repetición de los días danza alrededor dispuesta a devorarte comenzando por la tajada mejor. Tal vez los pies. Para que no dancen.
Los dedos duelen. Será el teclado. Y no es francés, pero suena como Jeff Buckley al sonreír Je n'en connais pas la fin mientras sube el café que se sabe vertido exacto y bien aprendido, aprehendido en el papel calco de mi recuerdo de ti antes de que todo torne nero. Como el sueño en que se desangra un calamar. Como la avaricia de minutos del enfermo. Como Nappoli cuando comienza a temblar porque la cantas tú en un recuerdo con máscara de avant vue. Y de la envidia ni noticia, dije, pero resulta que sí.
Los dedos duelen. Será el teclado francés que esta noche, bajo las uñas, tortura china, me han injertado. O tal vez sólo sea una película. Sí, una de esas en que desearías quedarte a vivir. Tus pupilas, tan dilatadas. Pero una película. Otra película francesa, de las de antaño, al fin.