Para complacerla, Andrés me dejó en la autopista. Morí. Fue un final trágico e irónico. La persona a la que más había protegido, me traicionó en el momento más cruel, todo por una chica que siempre lo había atormentado. Mientras el autobús se acercaba a toda velocidad, mi último pensamiento fue: "Mi mayor arrepentimiento es haber tenido sentimientos por él". Pero luego, inexplicablemente, abrí los ojos de nuevo… estaba de vuelta en la secundaria, a mis 18 años. El tiempo había retrocedido. Esta vez, cuando Julia le arrojó agua sucia a Andrés, me quedé en mi lugar, mirando cómo el líquido lo empapaba. —¡Estúpido huérfano, nadie te quiere! —gritó Julia, mientras sus secuaces reían a carcajadas. El sol de verano brillaba sobre el aula, intensificando la humillación. Andrés estaba inmóvil, empapado como un animal indefenso. Yo me recosté sobre mi escritorio, sin intención de intervenir. En nuestra vida anterior, crecimos juntos en el orfanato, compartiendo la soledad y el abandono.
Siempre estuve a su lado, protegiéndolo de aquellos que lo despreciaban. Pero esta vez no sería su escudo. Observé con indiferencia cómo Julia lo humillaba, preguntándome por qué alguien podría enamorarse de su propio acosador. Nuestra relación se había desarrollado a lo largo de los años. Ambos fuimos aceptados en la misma universidad y comenzamos un negocio juntos. Construimos algo sólido, con ingresos que superaron los 100 millones. Pero entonces, Julia regresó a nuestras vidas. Su padre había perdido todo, y ella buscó a Andrés, llorándole desesperada. —Por favor, haré lo que sea. Salva a mi papá. A pesar de su expresión fría, Andrés no pudo resistirse. Invirtió grandes sumas en la empresa fallida de su familia, cumpliendo cada uno de sus caprichos. Me enfrenté a él, furiosa. —Estás arriesgando todo por una empresa que no tiene salvación —le dije. Pero Andrés solo suspiró. —Laura, tú no me entiendes —murmuró con indiferencia. La gota que colmó el vaso fue cuando permitió que Julia me abofeteara sin reaccionar.