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En la presencia del Santísimo, encontramos un refugio divino donde nuestra alma puede ser purificada y renovada. La limpieza espiritual no es solo un acto simbólico, sino una transformación profunda del corazón, permitiéndonos despojarnos de las cargas del pecado, el resentimiento y la culpa. En este encuentro sagrado, el poder del perdón se manifiesta con una fuerza sanadora, liberándonos y acercándonos a la gracia de Dios. A través de la oración, la adoración y el arrepentimiento sincero, experimentamos una renovación interior que fortalece nuestra fe y nos llena de la paz divina.