Volví a casa de la guerra. A mi casa, con mis seres queridos. Donde todo parecía real. Donde olía a comodidad, a amor, a familia. Y entonces abrí la carpeta. Fotografías. Mi mujer en la cama con un bastardo... Mis nudillos se pusieron blancos de rabia. Y la última foto. La que realmente me afectó. Mi pequeña hija, perfectamente feliz en su regazo. Como si fuera su padre. Como si yo nunca hubiera existido. Cerré el archivo de golpe. ¿Irrumpir, gritar, exigir? No. Soy un marinero. Soy un guerrero. La guerra es paciencia. Mi venganza será deliberada e inevitable.
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